viernes, 15 de julio de 2022

Un día cualquiera


Todo comienza  cuando el despertador se activa y el ensueño se desaparece. El agua tibia de la ducha nos  termina de despertar y salimos de casa hacia el trabajo.

Hasta ahí todo bien, el detalle son unos insignificantes 3 minutos, minutos de diferencia entre la hora normal de salir de casa, ¡3 minutos!

Llegar al paradero del transporte público y ser la última pasajera en abordar es cuestión de alegría para el chófer, ya que no tendrá que esperar más tiempo para comenzar su ruta.

Son las 6:30 a. m., el trayecto no ofrece nada nuevo: los pasajeros durmiendo o fingiendo hacerlo, el chófer con su música preferida a volumen medio, el amanecer que parece no llegar. 

7:15 a. m. y ya estamos en nuestra zona de descenso ¡7:15 a. m! ¡Pero qué haremos tan temprano! Nuestra jornada laboral comienza a las 9:00 a. m. 

La decisión es sencilla: comprar desayuno, lo que se encuentre a esa hora, lo normal es tamales, atole, pan, café, tortas; pero hoy es viernes y se puede hacer una excepción, así que compramos unos  antojables chilaquiles verdes con su respectivo huevito estrellado (dos piezas joven, plis).

Obvio que son comidas de puesto  ambulante, así que tomo mis chilaquiles y mi café extra grande y me aposto a desayunar en una banca de jardín, pero no es un jardín, es un camellón con paso peatonal adoquinado, muy agradable el asunto. Elegir dónde sentarse es primordial, debe de ser lejos de los botes de basura pero no tan lejos de los cruces peatonales.

Ver pasar a la gente es ilustrativo, la mayoría  van cabizbajos, con su desayuno (pan, tamal, atole , café, jugo...), quizá algunos sea lo único que consuman en el día, no sé. Pero ninguno me ve directo o me desea  "buen provecho"  mientras pasan frente a mi. No tienen porque.  

El desayuno transcurre tranquilo, el clima está fresco, nublado, los pajarillos andan muy cantores y los vecinos comienzan a salir a pasear a sus mascotas. Cosa rara, no se ven ardillas curiosas, estarán dormidas. Pero aún tengo mucho tiempo libre, así que una vez terminado el gusto de tortilla remojada en salsa, hay que cumplir con los servicios de casa e ir al cajeros automáticos, el cual no tiene nada de gente en fila o en uso, será por la hora.

8.20 a. m. y yo ya estoy fuera de la oficina, esperando a que abran la puerta, ¡ah te extraño Maguitos! 8:45 a. m., ya con dientes limpios, maquillada y con más café, estoy lista para iniciar el día laboral, día de  quincena, viernes, fin de semana, sigue nublado. 

Un viernes de quincena que pintaba normal, sin nada espectacular, comenzó de manera atípica.

¡Pues a darle!

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